Como veo que la curiosidad nos pica a todos con los comentarios anónimos de hace más de un año de la usuaria anónima, quisiera contar una historia que me sucedió basándome en comentarios anónimos. Y cuál es mi filosofía a partir de ahí.
Para empezar, el único contacto cercano que he tenido con Pilar ha sido a través de Sara Espejo, mi amiga Sara. En base a lo que hablaron con respecto a este blog y la web, que me merece el 100% de mi confianza, Pilar expresó su agradecimiento por lo hecho y que no se atrevía a comentar en el blog porque tenía cierta desconfianza de internet y temía no certificar su autoría. Entonces, si hago caso a lo que dijo, ¿por qué lo iba a hacer de forma anónima?
Todos sabéis que no otorgo ningún valor a la información que se publica de forma anónima. No tengo contadores ni estadísticas para averiguar IP´s ni nada por el estilo. Simplemente creo que internet es un gran medio para intercambiar opiniones, pero también sirve para dar la cara u ocultarla. Hay gente que certifica y da solidez a su opinión con nombre y apellidos (Gerard, Ignatius, etc...). Yo creo que también soy uno de ellos. También puedo entender que haya gente que no quiera dar su nombre, pero obviamente todo no se puede tener. Y para mi, si no se da el nombre, salvo opiniones, no puedo darle validez a nada más.
Y aquí va el caso, la piedra con la que no volveré a tropezar, que me ha llevado a desconfiar de lo anónimo o de alguien que hace pasar por alguien: hace un tiempo, después de haber de que Natalia Verbeke contactara conmigo para invitarme al rodaje de Días de fútbol, recibí un email supuestamente de ella. Yo, como un imbécil, piqué. Y hasta organicé un chat con ella, con la supuesta Natalia. Todo fue medianamente bien hasta que una vez pasado el chat, y publicado en la página, Natalia me llama por teléfono y me dice que no ha sido ella. Estaba alucinada. Y yo. Toma ya. Os podéis imaginar cómo me quedé: cara de gilipollas era poco. Y la del teléfono si era ella, desde luego que era ella.
¿Conclusión? Pequé de ingenuo pero conseguí aclarar con quien interesaba tal malentendido. Y ya no me ocurrirá más. ¿Me explico mejor? Si Pilar, Cristina o Josefina, actrices, directores o escritores quieren mi crédito en internet, mi email y mi teléfono están disponibles. A partir de ahí hablamos lo que quieran.
Para empezar, el único contacto cercano que he tenido con Pilar ha sido a través de Sara Espejo, mi amiga Sara. En base a lo que hablaron con respecto a este blog y la web, que me merece el 100% de mi confianza, Pilar expresó su agradecimiento por lo hecho y que no se atrevía a comentar en el blog porque tenía cierta desconfianza de internet y temía no certificar su autoría. Entonces, si hago caso a lo que dijo, ¿por qué lo iba a hacer de forma anónima?
Todos sabéis que no otorgo ningún valor a la información que se publica de forma anónima. No tengo contadores ni estadísticas para averiguar IP´s ni nada por el estilo. Simplemente creo que internet es un gran medio para intercambiar opiniones, pero también sirve para dar la cara u ocultarla. Hay gente que certifica y da solidez a su opinión con nombre y apellidos (Gerard, Ignatius, etc...). Yo creo que también soy uno de ellos. También puedo entender que haya gente que no quiera dar su nombre, pero obviamente todo no se puede tener. Y para mi, si no se da el nombre, salvo opiniones, no puedo darle validez a nada más.
Y aquí va el caso, la piedra con la que no volveré a tropezar, que me ha llevado a desconfiar de lo anónimo o de alguien que hace pasar por alguien: hace un tiempo, después de haber de que Natalia Verbeke contactara conmigo para invitarme al rodaje de Días de fútbol, recibí un email supuestamente de ella. Yo, como un imbécil, piqué. Y hasta organicé un chat con ella, con la supuesta Natalia. Todo fue medianamente bien hasta que una vez pasado el chat, y publicado en la página, Natalia me llama por teléfono y me dice que no ha sido ella. Estaba alucinada. Y yo. Toma ya. Os podéis imaginar cómo me quedé: cara de gilipollas era poco. Y la del teléfono si era ella, desde luego que era ella.
¿Conclusión? Pequé de ingenuo pero conseguí aclarar con quien interesaba tal malentendido. Y ya no me ocurrirá más. ¿Me explico mejor? Si Pilar, Cristina o Josefina, actrices, directores o escritores quieren mi crédito en internet, mi email y mi teléfono están disponibles. A partir de ahí hablamos lo que quieran.